jueves, 18 de noviembre de 2010

MI QUERIDO ARBOL

Cuando nace un árbol, sus primeros brotes guardan la memoria de aquellos primeros momentos. Y a medida que el árbol crece y crece, todos sus recuerdos van anotándose, uno tras otro, en sus hojas como si fueran las hojas de un libro; el libro de su vida. Así, año tras año, en su despertar con la primera luz de la primavera, nuevos brotes de ramas verdes le hacen crecer hacia lo alto, de forma esplendorosa .El árbol va cubriendo su copa de hojas y más hojas, que va llenando de anotaciones, de anécdotas, de buenos momentos, también de alguna tristeza…La copa del árbol se hace más y más frondosa.
Durante el verano, su densa copa nos ofrece una estupenda y serena sombra escrita con todos sus pensamientos. El árbol dedica ahora su tiempo a releer todas sus notas y si nos quedamos sentados bajo su sombra y nos deja compartir con él todos sus pensamientos. Es un lugar perfecto, tranquilo, donde pensar. La sombra del árbol nos ayuda a crecer. Cuando llega el otoño, el árbol acaba de releer todas sus notas y guarda sus más bellos recuerdos o aquellos no tan gratos que le permitirán crecer y madurar. Con la llegada del invierno, el árbol entra en un dulce y plácido sueño para descansar hasta que los primeros rayos de sol de la primavera le vuelvan a despertar.
Pero en mi jardín hay un árbol viejo que está triste. Ha llegado la primavera pero no se acuerda de anotar nada en sus hojas. En su copa hay escasamente un pequeño velo de hojas y en ellas sólo veo escritas unas pocas palabras. La sombra con todos sus pensamientos es tan pequeña…
Me apoyo en su grueso tronco y miro con tristeza sus hojas. Leo sus palabras, escasas, tan simples y sencillas. Sé que me escucha y que mientras yo esté sentada bajo su sombra leyendo, mantengo vivo su pensamiento, mantengo viva su memoria. Así que soy yo quien ahora rebusca en su interior. Pero aguardo a su lado, velando su sueño. Y en los momentos más duros del invierno, protejo su tronco desnudo de la fuerte lluvia y de las nevadas.
Mi querido árbol logra con esfuerzo hacer brotar algunas pocas ramas verdes y hacer nacer algunas pequeñas hojas, pero ya no anota nada. Ahora soy yo quien escribe en sus hojas y quien seleccionará las historias para guardar en el pergamino de este otoño. Pero tiene la mirada perdida, hacia lo alto, y con dificultad me responde cuando le hablo, como si no oyera. Ayer le encontré otra vez embelesado, mirando hacia arriba. Y al mirar yo también descubrí unos pájaros que han querido hacer nido en sus desprotegidas ramas para ayudarle a hacer sombra. ¡Y me pareció verle sonreír! Es otra vez verano pero mi querido árbol ha perdido su sombra. Y aunque ya no sabe quien soy, me siento a su lado, allí donde un día me regaló su espléndida umbría. Ahora soy yo quien escribo por él todas sus notas para poder releerlas juntos como cada verano, Y cuando llegue el frío construiré un invernadero para que continúe sintiendo la calidez de su hogar.
Y allí, sentado, apoyado en su tronco, l Y ajenos a la tormenta, pasaremos horas y horas inmersos en extraordinarias historias vividas juntos mientras, a través de los cristales, veamos caer grandes gotas de lluvia. Y cuando acabe la tormenta y llegue la calma, me quedarán sus preciados papiros y el eterno orgullo de haber gozado de su espléndida umbría.

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