viernes, 16 de septiembre de 2011

UNA MEDALLA AUNQUE SEA DE BRONCE

Observo las competiciones que nos ofrece la vida de la ciudad. Contemplo la pelea diaria de carros en el súper por el mejor hueco en la caja

Participo de la marcha acelerada y pedestre en una cuidad en obras. Me muevo intentando avanzar entre semáforos. Veo frustrados pilotos de coches y motos de la ruta que, sobre la bicicleta, descomponen la figura con la esperanza de garantizar la continuidad del pedaleo.Lo que mas me apasiona es la lucha del hombre contra la maquina.

Volví a apasionarme hace unos días, una mujer cargada de bolsas aceleraba su paso en busca de esa parada perdida de autobús, se movía azorada y, a la vez, con agilidad sorprendente. Por eso centró mi interés. Y al mirar atrás vi el avance vertiginoso de un bus, iba muy rápido, devorando el asfalto cuarteado, en busca de una marquesina que parecía inalcanzable para la aspirante a viajera.

Me detuve, el vehiculo paso al lado de la señora sin que ella quisiera mirarlo. Pero su avance pareció motivarla. Asió con más fuerza las bolsas y apretó el paso. Casi corría al cruzar la calzada llena de obstáculos intentando esquivarlos.

El autobús se detuvo, acabando de recibir a los últimos viajeros. Ya no había nadie debajo de la marquesina, llena de pegatinas buscando y ofreciendo trabajo, y la puerta se cerró.

La señora dio su último esprint levantando la mano en un escorzo y esfuerzo imposible.El autobús que comenzaba a moverse, se detuvo (Cosa rara) y abrió la puerta. Un suspiro de alivio y sufrimiento lleno su rostro, y al verla subir reconocí los meritos de quien de verdad merecen una medalla aunque sea de bronce.


Alguien mas seguía corriendo, pero su intento fue vano.