Hay lugares a los que uno siempre quiere volver, y en mi caso, el restaurante Mendizorrotz está en un puesto muy alto en mi lista de sitios preferidos. Siempre que visito Donosti busco el momento para comer o cenar en este restaurante-bar situado en el pueblo de Igeldo. A lo largo de la carretera que sube al monte Igeldo y que alarga su camino hasta Orio, hay una buena lista de tabernas y restaurantes a los que acuden los donostiarras, y no es extraño, a pesar de estar relativamente alejados de la ciudad, ver sus parkings llenos de coches y los comedores hasta la bandera. Unos más que otros, eso sí, y en Mendizorrotz, es mejor ser previsor y reservar una mesa en el bar, por si las moscas. Por supuesto, una de las noches subimos a cenar a Mendizorrotz, no sin antes asegurarnos una mesa en su populoso bar. La tónica general en este local es siempre la misma: buenos productos, servicio atento y una cocina limpia y puntual. El restaurante está separado en dos zonas: el bar y el comedor de carta. Ya antes de entrar teníamos una idea de lo que íbamos a pedir, pues la carta de platos tradicionales se mantiene en el tiempo, enriquecida por los productos de temporada. Nosotros tomamos unas guindillas fritas, una tortilla bacalao, unas croquetas de hongos y un chuletón, para terminar, pantxineta. Como siempre no defraudo.
Nuestra última visita fue volver a subir los peldaños de Casa Urola, que llevan hasta su relajado y clásico comedor. Recordando algunos platos que probamos hacía tiempo, revisamos la carta en la que se muestra un menú degustación que tiene muy buena pinta, y nos decantamos por una selección de platos : Ensalada de bacalao confitado, Txipiron sobre piperrada y un Rabo de Buey con verduras, para terminar con una brocheta de frutas gratinadas con Fondeé de chocolate Pero antes de comenzar con el desfile de viandas, comentaré un detalle muy importante, y es que el comedor, que no es demasiado grande, está sabiamente dosificado, ya que en contra de la costumbre que muchos restaurantes tienen de apiñar mesas para aumentar el número de comensales, en el Urola las mesas dejan respirar las unas a las otras, sin agobiar al comensal. Tras tomar la comanda llegó a nuestra mesa el aperitivo, unos chupitos de crema de marisco fría, que nos pusieron a tono para la comida..Las mañanas fueron de Tapeo. Ya solo nos queda volver a casa y esperar a otra escapada gastronomica.
2 comentarios:
Vamos que os pusisteis moraos e comer...........n que envidia
Que morro esas cosas no se cuentan, que dan mucha envidia
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