


¿Y tu de que coño te ríes? Dijo el atracador. ¡Levanta las manos! El hombre sin para de reírse movía dos muñones a la altura del hombro. ¡Deja de reírte! O te pego un tiro. El hombre sin inmutarse siguió riéndose. Un fuerte estruendo lleno la sala. Un disparo en el pecho hizo que la risa se apagara como su vida. Mientras los atracadores huyeron rápidamente.
La prensa informo al día siguiente de la muerte en un banco de un policía que había sido victima años atrás de un atentado de ETA.