Aquí pasamos del Benidorm bizarro, con actuaciones de María Jesús, con acordeón en el precio, rodeada de rascacielos y luces de neón,
y jubilados a mogollón.
Aquí pasamos hasta de un Salou renovado, que es la cuarta capital aragonesa, con permiso de Soria. Soria, la ciudad sin aire acondicionado, ni falta que le hace.
Hay un eslabón más en las urbanizaciones costeras, que confunden los pueblos con una mixtura de paella, sangría y playa. Me gustan los pueblos costeros silenciosos, de esos que no existen, aunque no queden librerías e incluso la Ley de Costas hayan engullido más de un chirigito. Aquí por Zaragoza, medio vacía, tranquila, de sustituciones y media mañana, prensa esquelética. Me gusta, no queda otro remedio, la Zaragoza de terrazas en las riberas renovadas (que para algo sirvió la Expo ) y los parques y los granizados espirituosos para ayudar a combatir el caluroso insomnio. De todas maneras si vais a salir, no olvidaros de ponerse el cinturón o no llegareis a presidentes de Gobierno. ¡Que país!
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