“Un compañero me debía mil euros pero con la historia de la crisis no me los devolvía. Decidí utilizar los servicios de mi propia empresa, creí que sería un elemento adicional de presión. No le sentó muy bien la cosa, así que se inventó una deuda y contrató a otro compañero para que me persiguiera a mí, pero como él no tiene dinero, o eso dice, no pagó los servicios de ese tercer cobrador, que ahora ha contratado a otro para que le persiga también”. Esta situación que describe Javier, uno de los cobradores, derivó en denuncias por acoso laboral: “es una cuestión de matiz: ¿el chico que me persigue vestido como yo está haciendo su trabajo o me está acosando como compañero?” reflexiona Juan. La agencia de cobro actuó inmediatamente cuando se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo. “No podíamos permitir que el ambiente de trabajo se enrareciera. En una ocasión vi que uno de nuestros empleados se reclamaba dinero a sí mismo e intentaba ridiculizarse ante un espejo. Fue entonces cuando prohibimos que nuestros propios empleados se convirtieran en clientes” explica el consejero delegado de la empresa “Cobradores del frac”.
La medida, sin embargo, no fue suficiente. “Como ya no podía acudir al cobrador del frac, decidí contratar los servicios de la competencia, los cobradores que se disfrazan de Pantera Rosa y Superman. Pero resulta que perdí una de las demandas por acoso que me habían interpuesto anteriormente, me pidieron una indemnización y no pude hacer frente al pago de esa Pantera Rosa. Y vino otra a perseguirme a mí. Como mi compañero, el que no paga ni muerto, copió mi estrategia y contrató a un señor disfrazado de Pikachu, acabé siendo perseguido por una Pantera Rosa y un Pikachu de metro noventa”. “Cobradores del frac” ha decidido ahora denunciar a las agencias de la Pantera Rosa y de los Supermanes cobradores, respectivamente, acusándolas de espionaje industrial “porque se dedican a examinar los movimientos de nuestros empleados y recaban por tanto información privilegiada” afirma el consejero delegado.
“Es un bucle” -dice José, abogado experto en estas situaciones-, “todos y cada uno de los agentes del país está persiguiendo a otro. Y, por supuesto, los que persiguen están siendo acosados por un cobrador de otra agencia. A otro nivel, las agencias se acosan entre ellas con querellas y esto es ya un caos”. Encima, las primeras bajas laborales no se han hecho esperar. “Seguir y ser seguido por otro cobrador es durísimo. Sabemos todos los trucos, así que no podemos escapar unos de otros, apenas hemos dormido en las últimas semanas. Permanecemos juntos con los ojos bien abiertos, sin hablar, mirándonos de reojo…” dice un cobrador de San Pancracio. “No es nada personal, es sólo trabajo. Este y yo habíamos tomado cañas juntos y todo. Y volveremos a hacerlo en cuanto pague lo que debe, ¿eh, Fermín?” añade un caballero con esmoquin rosa que le acompaña.
Dado que la persecución es mutua, poco a poco los cobradores han ido agrupándose en pequeños grupos y éstos en otros mayores. El último recuento oficial del más numeroso de ellos constaba de una población de ciento cincuenta y cinco señores vestidos de frac, quince Supermanes, tres Panteras Rosas, dos Mazinger, cuatro Naranjitos, un Obama y toda la dinastía Ming; no obstante, diversos testimonios afirman que podrían haber alcanzado ya los 300 individuos. Se les vio por última vez en la Sierra el pasado miércoles.
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