Se trata de un sencillo efecto óptico.Unos investigadores estadounidenses, muy prestigiosos a la vista de sus coches con lunas tintadas y todo, han demostrado científicamente que, como sospechábamos, efectivamente, Teruel no existe.
Por lo visto, Teruel, se trata de un efecto óptico de lo más obvio provocado por el sol del Cañón del Colorado y las gotas de agua procedentes de las Cataratas del Niágara en confluencia con las piedras salientes del río Misisipi, al parecer, simétricas al parque de Yellowstone.Científicos españoles han confirmado el descubrimiento de sus colegas de Estados Unidos pero apuntan a que el efecto óptico tiene otro origen, ya que “cualquiera con dos dedos de frente se habrá dado cuenta que la explicación de los americanos ha sido absurda”. Según parece, han relatado, cuando Alfonso II fundó la ciudad en el año 1.171, en realidad, lo que hizo fue clavar un palo en medio del río Turia y colocar una piedra a orillas del río Alfambra. Además, muy hábilmente, enterró una herradura en el Mirador de Los Mansuelos, en un hoyo de metro y medio, y se comió una longaniza, acompañada de un muy tierno pan de la época, al lado de un seto. De este modo, consiguió el curioso efecto óptico al cual llamó Teruel, en honor a una amante suya que se llamaba Tere Huel.miércoles, 27 de julio de 2011
TERUEL, NO EXISTE
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