Quien no ha tenido un álbum de fotos, una caja de fósiles o minerales, incluso un bote lleno de monedas oxidadas acumulando polvo en un rincón de nuestra memoria.Para mucha gente el coleccionismo es la razón de su vida, hasta el punto de cifrar la felicidad en el hallazgo de ese cromo imposible. El coleccionismo es la forma que tenemos de prolongar la infancia hasta que nos vemos en el geriátrico, donde solo se puede jugar a las cartas, hasta el día que la muerte rompa la baraja.a veces el coleccionismo es disparatado e incluso fetichista, como el muestrario de vello pubico del marques de Leguineche
o las miles de muñecas de Clerambault.
Las mujeres siempre mas maduras, prefieren estancarse en la adolescencia y solo coleccionan los retales de colores de las faldas con las que nunca volverán a bailar. También hay excepciones, como Victoria Eugenia que fue una ávida coleccionista de abanicos. Incluso la actual soberana del Reino Unido, posee la mayor colección de sellos del mundo, me imagino que la mayoría con su efigie, lo que no deja de ser aparte de aburrido un ejercicio de narcisismo.
Los coleccionistas son tipos pesados, pues aunque sea un vicio solitario necesitan exhibir su patología, orgullosos de haber dilapidado tanto tiempo y dinero en una pasión tan inútil como forrar paredes con mascaras étnicas, llenar cajas y mas cajas de posavasos o tener un arsenal de cajas de cerillas.
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