Pese a sus súplicas, los médicos desplazaron a Javier al hospital, donde fue atendido por las heridas y en el que tendrá que permanecer unas semanas. “Es cierto que el dolor es casi insoportable”, explicaba Javier, “pero bajar las escaleras también puede ser un suplicio, no ya por el ejercicio sino porque te puedes cruzar con algún vecino y tener que saludarle y todo eso”.Para el joven, la buena noticia es que sus piernas y manos quedarán resentidas por la caída. “Quizá me dan una pensión de minusvalía, lo que sería un sueño. Pero bueno, ahora lo único que tengo que hacer es disfrutar de la etapa en el hospital y luego de los dos o tres meses que tendré que estar en casa haciendo reposo, que es lo que más me gusta hacer a mí y lo que mejor se me da”.
“Vivimos en un quinto sin ascensor”, explica su madre, “y para él es como vivir en el infierno porque es un gandul.
Hace un mes durmió durante una semana en el portal para no tener que subir a casa. Yo le iba bajando la comida y la ropa pero luego me harté y al final accedió a que lo subiera a casa en brazos. Lo de que ahora le haya dado por saltar no me sorprende, ya acostumbraba a encestar la basura en el contáiner desde la ventana”.
2 comentarios:
Si viviera en un quinto sin ascensor yo tambien muchos dioas me lo pensaria
¡Jovenes...........!
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