El encontronazo entre Juana y el señor Javier tuvo lugar en un contexto de crisis de la prensa escrita que mantiene al gremio periodístico con la sensibilidad a flor de piel. “Yo no sabía ni qué pinta tenía ese tal Javier. Fregaba tan tranquila cuando de repente se me acercó, echó un vistazo a los periódicos que había en el suelo y me preguntó si no me parecía suficientemente bueno el análisis del conflicto palestino que ofrecía su diario en la página sesenta y dos. Le contesté que no sabía de qué hablaba y entonces señaló la página sesenta y dos de marras, que justamente estaba yo pisando sin darme cuenta”, explica la entrevistada mientras devora un plato de ensalada sin dejar, eso sí, de mirar por la ventana claramente inquieta.
Cuando intento tranquilizar a la mujer, afirmando que Javier no parece un individuo especialmente belicoso, Juana replica que “esa gente tiene mucho poder y muchos humos. Se le hinchó la venita esa del cuello cuando me echó la bronca, me dijo que estaba pisoteando el trabajo de muchas personas y que quizá no me gustaría ver cómo pisoteaban el mío”. Tres días después de la discusión, Juana encontró el portal del edificio en el que trabaja todo lleno de pisotones. “No tengo pruebas y por lo tanto no puedo acusarle de nada, pero capté el mensaje perfectamente” añade la mujer.
Desde entonces, la portera asegura que “hay un coche azul de esos lujosos aparcado siempre en la otra acera, como vigilándome”. Juana sigue fregando el suelo diariamente “porque es mi trabajo, igual que es el del señor Javier hacer periódicos”, pero utiliza ejemplares de El País porque sabe que “los que mandan en este diario viven en Madrid y, como son competencia, dudo que Javier Guardia les avise”. Pese a ello, sigue sintiéndose vigilada y teme que un día de estos “me resbale ‘accidentalmente’, tú ya me entiendes, mientras friego el portal”.
1 comentario:
Ya le he dicho a mi mujer a que tenga cuidado con que Diario limpia los cristales
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